En Cabaret, en Cabaret, en Cabaret.
Al empezar la función, me prometieron que "en Cabaret la vida es divina", divina pero imperfecta, infectada por ese virus que ya es inherente a la humanidad. Más allá de los excesos de la vida nocturna, se esconde nuestro mal, la intolerancia a lo distinto. Los pueblos llevan toda su existencia eliminando a sus pueblos hermanos, hermanastros, que más dá, la cuestión es que si algo no es como nosotros, hay que destruirlo. Destruirlo como tantas veces han hecho "nuestros héroes", esos conquistadores que salen en los libros de historia.
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