Princesa y trovador, no parece buena combinación, pero no es lo que pensó la caprichosa atracción. El Trovador cantó su amor con tanto sentimiento que aunque la princesa que se jactaba de ser de hielo, no pudo evitar caer en ese pozo de esperanza cargado de besos.
Y así sin promesas, solo presente, llegó lo inevitable y de su mano se dejó llevar, pero los pozos no serían pozos sin un oscuro fondo, y cuando estaba mirando para otro lado, el trovador saltó lo más alto que pudo saliendo del pozo sin dejar rastro.
De vez en cuando el trovador tiraba un canto al pozo, dicen que para llamar su atención, cantos que la princesa recogía y guardaba como tesoros de su amor incierto.
Cierto o no, al trovador se le pasó pronto, y volvió a sus cantares, y de vez en cuando iba al pozo a tirar alguna piedrita, por eso de saber si seguía sonando.y por si luego, en algún momento no tiene nada que cantar y se quiere refrescar.
Tantos cantos tiró por el pozo el trovador, que la princesa empezó a hacer una escalera, y como no consiguió suficiente altura para poder sacar la cabeza, se arrancó el corazón, lo pisó y al final salió.
Y así por fin la princesa se desencantó.
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