2013/02/14
De vuelta a las andadas
A la princesa nunca le había gustado pasar mucho tiempo en la corte, allí siempre terminaba rodeada de las insulsas damas que solo pensaban en subir de estatus mediante "reales" uniones de "dudoso" gusto.
Llegó el momento de partir de nuevo en busca de aventuras, y en concreto de una que llevaba soñando hace tiempo, tenía el encargo de cazar un dragón...
Una malvada dragona estaba quemando todas las cosechas de Ñapalandia, una urbe de los viejos mundos. Al perder su medio de vida los campesinos, se estaban retrasando en las cuotas que tenían que pagar al gobernador. El gobernador, mostrando su generosidad había prometido contratar al mejor cazador de dragones. ¿Imaginais quién? Al principio la princesa se sorprendió, porque a pesar de tener una extensa experiencia vinculada a su búsqueda de dragones, no había logrado cazar dragón alguno. Tampoco estaba en ningún ranking de las célebres ligas de cazadores de dragones. Ella estaba entusiasmada, y no analizaba. La podían sus ganas, iba a hacerlo, allí se iba a plantar y cazaría a la dragona, ya lo visualizaba.
Para ello, no iba a ir a la ligera, tenía un plan y una máxima: Planificación.
Empezaría con un análisis del entorno, entrevistándo a los campesinos afectados, y sobre todo a los no afectados, por si se trataba de algún evento provocado del que se hubieran aprovechado. Planificaría también una línea de trabajo en paralelo consistente en la instalación de trampas de tomates. A los dragones les encantan los tomates, al menos achicharrarlos, no sé si será porque les atrae el color, o por otro capricho de la naturaleza. Por su sabor no podía ser porque no los comían, solo los quemaban. Por eso el dicho "No te pongas un tomate en la cabeza, no vaya a ser que te la queme un dragón"
Continuará...
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